A menudo, en conversaciones con mis hijos suelo utilizar mucho esta expresión: "el NO, no es una respuesta", especialmente cuando la respuesta a una pregunta es esa negativa rotunda (porque No), ya que me gusta que justifiquen o razonen el porque de su respuesta, o negativa.

Ese argumento se puede, de algún modo, volver en mi contra cuanto intento utilizar aquello del porque No y punto, ya que ellos muy hábilmente recurren al "es que el No, no es una respuesta, mamá". Y no les falta razón.

De la misma forma para Héctor el No, no es una respuesta, no es suficiente con la negativa, y no porque sea una palabra que por si sola desencadene un episodio complejo de "crisis", frustración, si no porque como a mi, o a cualquiera de sus hermanos, necesita una justificación de ese No, saber por que ocurre, y en su caso es todo más complejo por su dificultad para entender el lenguaje oral.

 

Me viene, a la cabeza una anécdota que me contó una monitora que acompañó a Héctor en una salida este verano, y me parece el ejemplo perfecto para ilustrar esta idea, de la misma forma que me sirve para reconocer el valor de muchos profesionales por su enorme capacidad de empatía y humanidad.

 

En la salida las normas estaban claras, llegaron al recinto del parque, bien delimitado, y de allí no se podía salir. Justo al lado un edificio, un colegio, un foco de interés enorme y difícil de controlar para Héctor, así que en un momento determinado de la mañana tras agotar todas las vías de distracción posibles empezó el episodio de insistencia donde ya no se puede razonar, quería ir a ese edificio por encima de cualquier cosa.

Tras varios "Nos", conociéndolo y viendo que no había forma de hacérselo entender, decidió llevarlo a comprobar que dicho edificio estaba cerrado.

En este caso esa decisión, tomada en cuestión de segundos, fue funcional, exitosa (que no siempre funciona en situaciones similares), fue la demostración real de que ese No tenía su razón de ser, devolviendo al niño, en parte, la calma.

Ella me lo contó diciendo que claro era algo lógico, pero no todas las personas actúan del mismo modo, no siempre somos capaces de ver más allá de nuestro empeño por cumplir la norma, no siempre somos capaces de entender que el lenguaje no es suficiente con él, incluso el apoyo visual no reforzaba, en este caso, lo suficiente.

Y es que la norma existe, de hecho debe existir, pero la norma debe flexibilizarse con ciertos perfiles o en ciertas circunstancias, haciendo un ajuste razonable, porque como dice Inés de Araoz "el derecho a la no discriminación (o en este casco el derecho a ocio en igualdad de oportunidades) está muy por encima de cualquier norma."