Durante dos cursos consecutivos mi hijo tuvo una tutora que me enseño lo que era amor por la profesión docente, amor por el alumnado, pasión por enseñar, por aprender, humildad ante lo desconocido, creatividad para superar dificultades, paciencia para manejarse ante una enorme diversidad de alumnos y familias, e ilusión compartida que impregnaba todo aquello que hacía. Pero además esa tutora nunca me hizo ver que su tarea para con mi hijo fuera diferente a la del resto de alumnado, aunque lo fuera en cierto modo, porque era también su tarea y Héctor era también su alumno, ni más ni menos.

De todas formas aunque yo tenía clara cuál era su mirada y su visión de la educación hubo quien me dijo en varias ocasiones que yo (como madre de Héctor) y mi hijo (como alumno suyo) habíamos tenido mucha suerte con ella, que el trabajo que llevaba con mi hijo no lo haría cualquiera y que además era un trabajón (un trabajo enorme para una docente).

Nadie se imagina el dolor que pueden producir algunas palabras y lo difíciles que son de digerir. Pues bien tras la observación reposada de las palabras de esas personas, que no fue una sino varias, saco en limpio la mirada que se tiene de la educación de mi hijo (y de la gran mayoría de alumnado con diversidad funcional) y es que está rodeada de favores, no de derechos, que si alguien hace el trabajo que le corresponde, con ilusión y cariño es porque es una maravillosa persona que se excede en sus funciones, lo que comúnmente conocemos como SUERTE.

Lo curiosos es que aunque yo me sentía infinitamente agradecida, porque lo soy de naturaleza, y aunque se lo decía a ella constantemente, ella siempre me hacía ver que era su trabajo y que de una manera satisfactoria estaba recibiendo más de lo que estaba dando, que  yo no debía agradecer nada y que el reto de enseñar tiene esas cosas, superarse ante la adversidad y aprender cosas nuevas. Sigo pensando muy dentro de mí que existen pocas personas tan íntegras en todas sus facetas y por eso será siempre un referente en nuestro camino educativo.

Es muy difícil cambiar miradas con ese poso capacitista, pero tal vez el compartir este sentir nos haga reflexionar, a nosotros como familias defensoras de los derechos de nuestros hijos, siempre en actitud colaboradora y a los docentes, para mirar hacían dentro y recordar cual es el verdadero motivo por el que eligieron ser maestros o maestras, aquel que da sentido a esa maravillosa profesión.