Entre las miles de cosas, papeleos, certificados, ayudas... que he estado gestionando durante el mes de enero una de las que no podía esperar más era hacerles el DNI a Martín y Héctor. Como tenía terror a este momento, por todo lo que implica, decidimos dejar esa tarea para uno de nuestros viernes de terapia en casa.

La historia completa es muy larga pero me iré a la idea principal y para llegar a ella contaré la historia casi por el final.

El final se corresponde con la fotografía donde se ve como Héctor, que tiene 4 años y un diagnóstico de TEA, ha escrito perfectamente su nombre en un espacio mínimo. Esta imagen fue la que me hizo valorar muchas cosas que con el estrés diario se pasan desapercibidas y con la que no puedo contener mi emoción.

Tras una insoportable espera llegó el turno de Héctor, la funcionaria me indica que el niño debe firmar en el pequeño rectángulo de la cuadrilla que acababa de poner encima de mesa, con el rotulador negro que está justo al lado. “¿Cree que será capaz?” me pregunta mirándome con ojos comprensivos (sin decirle nada la situación era evidente)

Desconcertada no conseguí responderle nada, entonces Esther agarró un trozo de papel, puso de su puño y letra “Héctor” y respondió con rotundidad: “Si, claro que va ser capaz”. Y así fue el niño imitando la grafía de Esther escribió HÉCTOR con la mayor precisión que le permiten sus manitas de 4 años.

Poco más podría añadir después de esto, la tarde fue muy complicada y la vuelta a casa un terror pero aún así hay cosas que consiguen eclipsarlo todo. El buen trabajo y la constancia son importantes, pero mucho más es creer en ellos, en su capacidad para superarse y dejarnos con la boca abierta cuando menos lo esperamos.